Tecnología: El nuevo Mesías
La tecnología como filosofía de vida y entidad trascendental
En la actualidad, caracterizada por el predominio de los algoritmos en múltiples aspectos de la vida cotidiana, resulta pertinente reflexionar si, en esas ocasiones y contextos cuando ocurre, la devoción hacia la tecnología ha sobrepasado algún umbral invisible.
Este interrogante invita a examinar de manera crítica cómo la tecnología ha trascendido su función instrumental para erigirse como un actor visto con características trascendentales o una deidad. Así se ha acuñado el término de “tecnoreligión”. Este fenómeno refleja una transformación simbólica y cultural en la que la tecnología, especialmente la inteligencia artificial (IA), adquiere atributos propios de lo sagrado.
Una cuestión central, debido a que es hoy el mayor motivador de alabanzas, es si la IA posee la capacidad genuina de pensar o si se trata de un mito construido sobre expectativas desmedidas.
Delegar en la tecnología las respuestas al significado último de la existencia y el propósito del Ser Humano conlleva riesgos considerables, entre ellos, el generar una dependencia cognitiva, fomentar la alienación social y erosionar nuestra identidad individual.
El análisis de casos concretos, como iniciativas que buscan crear deidades algorítmicas o proyectos que prometen la inmortalidad digital mediante la “ciberconciencia”, evidencian cómo algunas propuestas, que parecen extraídas de la ciencia ficción, plantean dilemas éticos y filosóficos relevantes.
La integración de la tecnología como parte de una filosofía de vida puede ofrecer oportunidades valiosas si se la asume con conciencia crítica y reconociendo su carácter transversal en nuestras sociedades.
Caer en un furor desmedido y la incapacidad de discernir los límites de su impacto pueden derivar en una aceptación tácita de lo que la tecnología pueda producir o entregarnos, que oscurezca el juicio racional.
El poder de la tecnología, y de la IA en particular, exige ser ponderados no solo por sus notables capacidades ya sabidas, sino también por las implicaciones sobre la condición humana como motor fundamental de la organización social.
Es fundamental precisar que al decir de una “tecnoreligión”, en absoluto nos estaremos refiriendo a una religión en los términos clásicos. El término permite crear una rápida idea e imagen que apunta más a lo que creemos entender como religión y no sobre lo que realmente es.
La religión es un sistema complejo de creencias, prácticas, símbolos y comunidades que conecta a los seres humanos con lo que perciben como sagrado, trascendente o divino (Durkheim, 1912). Incluye rituales, normas éticas, textos y experiencias que otorgan significado a la existencia, la moralidad y el orden cósmico (Geertz, 1973). Varía desde tradiciones indígenas hasta grandes religiones mundiales, cada una con doctrinas y estructuras sociales propias. Académicamente, se analiza mediante la teología, la antropología y la sociología, evaluando su influencia en la cultura e identidad (Enciclopedia Británica, s.f.; Diccionario de Religión de Oxford, s.f.).
Si bien los grupos, comunidades, congregaciones o experiencias tecnoreligiosas, algunas de las que citaremos y describiremos en este trabajo, comparten ciertas características con las religiones, la tecnoreligión plantea una mirada trascendental de la tecnología y en algunos casos asumiendo ésta como una deidad a la que se le suele referir como “sintética” o “no humana”, pero carecen estos movimientos, de la profundidad psico-social, tampoco cuentan con el factor de fe entendido en su real dimensión y alcance, si bien en algunas experiencias o casos de tecnoreligión puede dar lugar a dudas y encontrar similitudes.
Para profundizar en el concepto, la fe es una creencia profunda y un acto de confianza en doctrinas, ideas o seres, a menudo sin necesidad de pruebas empíricas (James, 1896). Implica la adhesión a principios espirituales y la confianza en un ser supremo o verdades reveladas (Tillich, 1957).
Académicamente, se estudia desde múltiples disciplinas, siendo que la teología explora su naturaleza y justificación; la filosofía nos brinda un análisis de su vínculo con la razón; y la psicología examina su impacto en el comportamiento y el bienestar humano (Smith, 1998).
La fe ofrece significado, cohesión social y un marco para la moralidad y la esperanza (Durkheim, 1912).