Fin de fiesta
En Fin de fiesta el recorrido es más cercano: su lugar de enunciación se encuentra en las zonas más orilleras de un pueblo cualquiera de tierra adentro. Es el rancherío, es el bar, los campos baldíos, las paradas de los ómnibus, el anclaje de los que exponen la fractura de su condición ontológica, de los que pertenecen a un resto inasimilable o a los dígitos de una Matrix socioeconómica que van diluyéndose frente a la renovación de sus programas. […] En ese umbral deambulan los habitantes de una Colonia que parece operar como un contrarrelato de la postal turística y que se encuentran fuera de la fiesta hegemónica del discurso que sacraliza el orden.
Martín Palacio Gamboa (Prólogo)