Reseña

Barro y barrio. En ese escenario transcurren las historias de Cuentos del montón, una colección de cuentos que no parecen escritos, sino grabados sobre una materia dura, de personajes algo toscos pero de naturaleza noble.

En estos relatos, breves, porque para qué más, Sebastián Cebreiro levanta la persiana, baja la ventanilla del bondi, y escucha. Lo que se lee, después, es muestrario de historias tan reales como dudosas.

Los cuentos tienen ese sí sé qué de Morosoli, pero con menos campo y tragedia, y la pericia de las aguafuertes de Arlt si estas tuvieran un cacho menos de cinismo.

Barro, entonces, de la periferia, donde no hay veredas, y barrio donde se anda en bicicleta y se compra fiado. El ambiente donde germinan historias en las que se cruzan el borrachín que pierde todo excepto el honor y el Pato Aguilera; la rata al liceo, las judeadas del primer laburo y los descubrimientos de la adolescencia. Cuentos en donde el paisaje es un personaje más entre los pobres, humildes, algunos rotos, perdedores desde la óptica de los que tienen la vaca atada desde generaciones, laburantes. Gente común. Gente normal pintada como es, sin lástima ni condescendencia. Relatos sobre los despojados de todo, menos de la voluntad y el derecho a ser dignos. Que no es poca cosa.