Pequeña memoria
La vida, ese torrente
María Elia Topolansky abrió los ojos a la vida en el sanatorio Canzani una mañana de setiembre, diez minutos antes que su hermana Lucía y ochenta años antes de escribir este libro, que es su biografía.
Criada en el seno de una familia burguesa, la joven María vivió su infancia en Punta del Este y su adolescencia en Pocitos. Su enseñanza curricular estaba en manos de un exclusivo colegio de monjas francesas, y la familiar quedó marcada por el tío Juan, que le enseñó a leer.
Luego, años después, vendría el bachillerato en el IAVA, la militancia, la Facultad de Arquitectura, la militancia, el casamiento, la casa de Palermo, las cloacas, la clandestinidad, la chacra de la periferia de Montevideo, el Queguay, Paso de los Toros, la cárcel, la viudez, más cárcel y, sola o acompañada junto a Germán en los últimos treinta años, con el tierno recuerdo del compañero al escribir este libro, junto al tecleo que parece indiferente a los tiempos de estos tiempos, y aunque hasta ella parezca ignorarlo bajo ese “no contaré la historia de los Tupamaros, contaré mi historia, mi pequeña historia”, sobre esta mujer que peina canas, está la militancia constante, como un destino del que no puede escapar.
“Si se pierden, buscan un policía y le dicen su nombre para que los traiga”, les dijo la madre en aquel glorioso 16 de julio de 1950, sin sospechar que, años más tarde, era la policía quien andaría tras los pasos de María Elia, la Parda, nacida en la primavera de 1944.
“Negro” López Mercado