Padre Pío, La Aurora y los uruguayos
Este libro surgió con una evidente intención de síntesis. Con el propósito de reunir una buena cantidad de la información gestada a lo largo de varios años de investigación sobre la devoción que se manifiesta en el litoral del Uruguay hacia el santo italiano San Pío de Pietrelcina; respecto al ineludible espacio de referencia de esa adhesión popular: la gruta construida en la Estancia La Aurora (departamento de Paysandú), primer monumento erigido en América en honor a quien se definió como “un pobre fraile que reza”, e intentando valorizar la riqueza del aporte testimonial de quienes han experimentado la bendición de la acción intercesora del que anunció que haría “más ruido muerto que vivo”.
Aquí se encontrará una mirada bien amplia y abarcativa de los resultados
de una tarea que ha intentado mejorarse a sí misma, superarse, que ha
priorizado siempre la verdad sobre los cuentos impactantes. Porque, como enseñó Padre Pío, “el amor que no se basa en la verdad y en la justicia, no es amor”.
Así, después de una secuencia de datos biográficos de quien fue Francesco Forgione Di Nunzio, se presenta un resumen histórico del proceso de construcción y consolidación del espacio de La Aurora. Quizás la principal característica de ese abordaje radique en el destaque de elementos que echan por tierra cierto relato que se ha repetido desde hace un par de décadas casi que como historia oficial de la gruta. La búsqueda permanente condujo al hallazgo de esos conceptos a partir de los cuales no se reivindica ninguna intención de verdad revelada pero sí, de manera consciente y comprometida, se invita a repensar algunas aseveraciones que se han reproducido con cierta inercia.
Estos humildes textos no existirían sin la bendición de haber recorrido
muchos kilómetros, de haber visitado muchos lugares pero, especialmente, sin el encuentro con decenas de hermanos deseosos de compartir su experiencia espiritual con el Padre Pío. Movidos por el amor y la gratitud, cada uno de ellos ha querido contar su vivencia, no para que se le atribuya alguna condición extraordinaria; por el contrario, como reconocimiento de nuestra pequeñez, de la necesidad de atender, con prioridad, las cuestiones del espíritu y de avanzar en el encuentro con Dios, como demostraciones concretas de la contundencia de la obra de Padre Pío y como impulso para otros hermanos, para aquel que necesita, como invitación amorosa a recurrir, a pedir, a confiar, a entregarse, a buscar mucho más allá de lo tangible y mucho más acá de nuestro propio ser.
Creo, honestamente, que uno no está a la altura para lograr traducir en
pocas y pobres palabras esas experiencias trascendentes, tan fuertes y
profundas que llegan a cambiar la vida de la gente. Pero, con la misma
sinceridad, dejo constancia que cada caso ha sido asumido con el más
profundo respeto, cuidando la observancia de cada aspecto; de hecho,
y en general, antes de la publicación de las narraciones obtuvimos la
aprobación de sus protagonistas.
Sólo resta agradecer a Dios por la bendición de la vida; a Padre Pío por
movilizarnos a esta tarea; a todos quienes hacen posible su desarrollo; y a
vos, porque tu bendita presencia da sentido a esto que hacemos con tanto amor.