Reseña

La palabra prostíbulo nos interpela. Nos invita a sentir de cuántas maneras los cuerpos se someten a lo que su Ser no quiere, a lo que no acompaña el feliz desenvolvimiento o realización de su esencia real. En una sociedad que estimula la ambición, la exclusión y la esclavitud consensuada, la prostitución de la sexualidad se escurre a modo de chivo expiatorio entre los intersticios de una hegemónica hipocresía que ejerce con fuerza la ocultación y/o normalización de las demás formas de prostitución cotidiana. Hay que tener demasiado coraje para dar un salto fuera del modus vivendi (sería mejor decir “modus morendi”), de
un sitio tan fuertemente demonizado como perpetuado en la propia estructura de injusticias heredadas. La libertad de elegir oscila entre el sueño, la utopía y la conquista de un nuevo espacio donde “poner la cabeza en la almohada” y sentirse parte, real o ilusoriamente, de esa sociedad que ha construído barreras muy altas que separan
lo normal de lo anormal y lo posible de lo imposible.
En estas páginas late una Vida, un Ser que se ha encontrado en el fondo del abismo, cohabitante de la miseria y la alienación como único refugio. Pero en esta historia el latido de la Vida puede más, el aullido del alma que se eleva y despliega alas sobre el dolor y la desolación de un cuerpo
que se siente “material de deshecho”, nos permite respirar con ella, abrazar la esperanza y animarnos también, ¿por qué no? a dar un salto, de conciencia y voluntad, sobre lo que nos oprime.
Lili Pé nos cuenta la historia que ha registrado, de primera mano, de Flor de Liz, una mujer que conquista el lugar de su propia valía y experimenta el regocijo de una vida que pasa de ser “material de deshecho”(como la entrevistada se autodefine) a una vida “que sirve”. Flor de Liz alcanza su propia antorcha y con tanto amor nos ilumina que nos sentimos parte de su conquista. Como dice la autora “Flor de Liz me dijo: necesito que cuentes mi vida porque siento que puede ayudar a muchas mujeres”. Y yo acepté.