El llano y una tonada pumé
Según el antropólogo, lingüista y escritor venezolano Esteban Emilio Mosonyi, autoridad en el ámbito latinoamericano y, particularmente en Venezuela respecto a las culturas ancestrales, existen en la actualidad en nuestro territorio aproximadamente treinta pueblos originarios, aunque otros criterios sostienen que puede ampliarse a cincuenta, dando un cómputo de 2.8 % de la población del país.
La nación Pumé, también conocida como yaruro, tiene sus asientos en el Llano, vasto territorio de sabanas y bosques tropicales al sur de Venezuela y al este de Colombia; con una lengua independiente, a pesar de que algunos estudiosos la ubican dentro de la familia lingüística arawak. El idioma pumé es hablado por más de cinco mil miembros y “el mantenimiento de la misma se debe en gran medida a la negación casi total, por parte de las mujeres, a utilizar el español en sus hogares, en especial en las comunidades más alejadas” 2. Es obvio que un número importante de su población es bilingüe pumé-español.
El pueblo Pumé está ubicado en el estado Apure, específicamente en los afluentes de los ríos Cunaviche, Guachara, Capanaparo y Cinaruco. Su relación con el entorno natural es vital, ya que su forma de vida está consolidada a las condiciones ecológicas de esa geografía, sustento integral de su cosmogonía.
Para acercarnos al universo de sus creencias, en conversaciones con el maestro Cleto Castillo, nos da una apretada descripción de lo que es, para los pumé su celebración mas significativa La ceremonia del Tôhé, como ejemplo de la “muy arraigada identidad de este pueblo, fundamentalmente gracias a su religión, la cual posee una gran complejidad de ritos” 3.
“Para la ceremonia del Tôhé el capitán o cacique de la comunidad convoca al Shamán y familiares de una persona que este enfermo, de los cuales en asambleas anteriores solicitaron la ceremonia, y otros integrantes pertenecientes a la comunidad. Para su correcto orden los músicos y el Shamán deben, días antes, acogerse al ayuno y abstinencia sexual, entre otras restricciones. Las mujeres que participan en el ritual se encargaran de la preparación de “e, ro”, (chicha que es una bebida fermentada a base de maíz o yuca), las mujeres mas jóvenes acompañan con sus voces los cantos y coros en la ceremonia.
Esta ceremonia se realiza en el tobenoame betho (be = lugar / tho = medio) en un lugar de encuentro comunitario una especie de plaza ritual, y como es costumbre en el pueblo pumé se coloca un poste o tronco de madera (to¨beto) en el centro ya que en sus creencias el extremo superior de dicho poste se encuentra conectado con el “otro mundo” atravesado por el chereka’i, una especie de hilo de plata intangible que los espíritus utilizan para abordar la ceremonia.
En la ceremonia se aborda principalmente en tres etapas, o tiempos de ritos, iniciando en la noche y terminando en el amanecer; comienza en el tobenoame, el Shamán va moviendo suavemente la maraca ceremonial y va cantado en voz baja, en tanto los presentes al ritual conversan, fuman el tabaco y empiezan a beber la chicha preparada por las mujeres.
A continuación, el va elevando su canto con mas fuerza y se unen las mujeres jóvenes y algunos presentes con sus voces, en un viaje donde el Pumetho (Shamán) se traslada a la tierra de Kuma -el “otro mundo” – es una especie de multiverso-, momento en el que alienta a los presentes a la ceremonia a conservar la iniciación de la buena vida.
Trascurre la noche y los hombres empiezan a inhalar el yopo 4, y el enfermo es tratado por el Shamán que va colocando al paciente en el centro del tobenoame, recorriendo con sus manos el cuerpo, el Shamán es guiado por los diferentes espíritus nombrado por el, mientras va aspirando el tabaco koromba (mite mire), lo que se repite durante toda la ceremonia y los asistentes continúan el coro hasta la llegada del amanecer y el final del Tôhé”
Como bien se sabe, la llegada de los colonizadores españoles a la que llaman “América Latina”, significó la imposición de una cultura ajena pesé a la lucha y resistencia de estos pueblos, se desencadenó por mas de 500 años la extinción cultural y el desplazamiento de muchas naciones originarias.
Actualmente, los pumé de los Llanos venezolanos enfrentan y resisten desde sus territorios a distintos desafíos ambientales: la deforestación, la contaminación de los ríos, la explotación petrolera, y la nefasta aculturación que sigue amenazando su forma de vida.
Los pumé son un ejemplo de la rica diversidad cultural, su resistencia expresada en su ritualidad, su lengua materna y su forma de vida originaria y ecológica que aún es característica en nuestro continente Americano.
Su historia es una muestra de la compleja relación entre los pueblos ”indígenas” y las sociedades colonizadoras, relación que, dadas algunas circunstancias de los últimos tiempos, inicia un importante giro hacia el concepto de “interculturalidad”, lo que puede traer como consecuencia por un lado un espacio para el diálogo, el respeto, y el intercambio de valores, y no la imposición colonial de la cultura denominada “criolla”.
“Entrar en el camino del otro”, y celebrar la invitación a participar de forma empática y respetuosa, con nuestros hermanos y hermanas originarios que comparten con nosotros estos territorios a cuatro caminos de un país o un continente, tratando desde una narrativa cotidiana y no invasiva, colonizante, folclorista y mucho menos exótica, que nos convoca a una autorreflexión al “tomar, dar y mostrar” una visión, opinión o idea para no repetir patrones aislados a nuestras realidades, memorias y existencias. Con estos proyectos en donde he participado activamente desde las distintas plataformas visuales, y socioculturales y junto al periodista Aldemaro Barrios investigador del Llano venezolano, al maestro y lingüista pumé Cleto Castillo y Omar Moreno Gil arpista y promotor cultural. Solo me queda, por ahora, agradecerles a los hombres, mujeres, niños y niñas en este caso, del territorio de los Llanos venezolanos en enseñarme aspectos de su cultura y permitirme mostrar una parte de ella, por medio de este proyecto editorial.
Miguel Moya