Los peludos de la contru
En casa siempre se decía: hijos de pobres serán en la vida; modistas las niñas y albañiles los varones. Discutible o no; para mí, por demás discutible; la sentencia le resultó acertada en un cincuenta por ciento. Los cuatro varones son maestros en todo lo que atañe a la construcción, en cambio las mujeres, nos desmayamos al ver una aguja con hilo.
Tardes de mate largo o fogón, deleitándome con los cuentos de mis hermanos, "los negros de la contru”. Tipos rudos, desconfiados, solidarios, curtidos por el sol y por la vida. Con virtudes y defectos como todos los seres que compartimos esta casa grande llamada Planeta, pero, a los que sin lugar a ninguna duda, elijo para transitar el camino y a los que brindo mi respeto y los siento mis hermanos.
En estos relatos no todo es risa ni todo es pena. Como en la vida misma, estarán repletos de matices; pero siempre tratando de rescatar la esencia del compañerismo de los laburantes, que aunque por momentos flaquee, siempre será el altruismo el que predomine y opaque al ladrón de guante blanco que se nutre de la plusvalía y el sacrificio de “los de abajo”.
Para ustedes compañeros, para los hacedores de todo, para los “naranjitas”, como los llama mi madre. Los que inundan las calles a las cinco y pico de la tarde, locos de ganas de llegar a compartir un amargo con su compañera. Para los que al abrir la vianda, no pueden dejar de recordar los guisos de la vieja… allá en sus pagos, en días de frío y peladera. Para ellos, y para los que nunca llegaron porque el destino en la ruta o en la obra les jugó una mala pasada.
Para ustedes es mi trabajo, con respeto, con admiración, pues como dice Víctor Jara:
EL HOMBRE ES UN CREADOR.
¡SALUD, COMPAÑEROS!