El ojo recuerda.
Memorias en imágenes, anécdotas y mi Sodre.
No importa. Fotografiar es ver y ver es sentir. Uno ve, o quiere ver, o se imagina ver; entonces el fotograma se transforma en manifiesto. Un manifiesto visual y, a la vez, un objeto de amor. Lo mismo sucede con las palabras; nos enamoramos de los sujetos que evocamos y los recreamos al contar historias. Pequeñas o grandes cosas, personajes intrascendentes o no, conocidos o desconocidos, que hacemos eternos, aunque no sea más que para nosotros mismos.
Ninguna fotografía es verdad, tampoco lo es texto alguno; son sólo representaciones. No obstante, tanto la cámara como las palabras me han permitido soñar cómo armar un mundo a mi manera. Quizá la única verdad que sobreviva sean esas imágenes mostradas, esas historias contadas.