UruguayUruguay
Detalle
ISBN 978-9915-41-966-4

Tramas

Autor:Cappi, Mirta
Cataldi, Sandra
Espinosa, Alfredo
Estévez, Graciela
González, Vanesa
Greco, Yolanda
Leivas, Néstor
Oxley, Daniel
Sandoval, Natalia
Sorrenti, Fernando
Rodríguez, Elizabeth
Editorial:Rodríguez Quinteros, Elizabeth Marianella
Materia:GENERALIDADES
Público objetivo:General
Publicado:2023-10-25
Número de edición:1
Número de páginas:84
Tamaño:14x20cm.
Precio:$13.000
Encuadernación:Tapa blanda o bolsillo
Soporte:Impreso
Idioma:Español

Reseña

Las tramas del abrazo

Se armaron las tramas de los textos. Se hilaron verso a verso,
palabra a palabra, como en cada encuentro semanal donde se

conjugan nuestros mundos. Mundos de diferentes proceden-
cias: de las bibliotecas, de los libros, de las canciones, de los

dichos, de aquellas palabras que calaron nuestra experiencia
vital. En este entretejido se zurce todo mezclado hasta deshacer
los puntos para reiniciar el tejido. Nos recuerda personajes
icónicos de la literatura; como Penélope, que tejía y destejía
para esperar lo anhelado. En este libro, fuimos tejiendo para

no olvidar el compromiso con nosotros mismos para no invo-
lucrarnos en otras pretensiones que no sean las de mantener-
nos unidos. Es decir, en la misma madeja.

Los hilos, en algunos versos, nos llevaron a la niñez. Mirta
Cappi nos dice «...los sueños de noche hacen historia / como
si la vereda aún volviera / a juntar huellas de su trayectoria»;
en esta porción de soneto la autora nos recuerda las noches
de verano que en juegos arma la vida, para luego evocar las
huellas que puedan explicar nuestro ahora. Esa vereda, como
las calles de Lucio Muniz, se llenan de pájaros.
Daniel Oxley nos escribe «Sueño en mis silencios y en mis
dedos la niñez de la tierra húmeda». Nos introduce en una
sinestesia que remite al tiempo donde todo era magia, pero

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además nos aloja en un aroma inolvidable y universal. En
este sentido, pluraliza la experiencia, nos lleva al petricor, a
ese aroma a lluvia sobre la tierra seca; palabra que proviene
del griego y que nos remite desde lo mitológico al fluido que

circulaba por los dioses. Tal vez el poeta refiera a la experien-
cia de aquello que queda grabado en nuestra sangre y que

proviene de las experiencias de la niñez.

Natalia Sandoval rememora los niños candomberos, im-
primiendo una visión desde una de las manifestaciones típi-
cas del ser afrouruguayo: el toque de las comparsas de niños,

y lo expresa de la siguiente manera: «sale la más linda com-
parsita del barrio, suenan, suenan, suenan las lonjas en sus

manos», y en esas anáforas, resuenan los tambores.
Vanesa González en su relato también trae la imagen de

los niños en la vereda, «porque sé que en la vuelta está a me-
nudo lleno de gente sentada en el patio y niños jugando a la

pelota en la calle». Nos ubica en una voz que sabe con certe-
za del espacio necesario para el juego, e interpela el mundo

de las pantallas de la actualidad. La vereda es reivindicada
como lugar privilegiado donde ocurre la dinámica del barrio

y de los pueblos. Lugar del encuentro, del conflicto y del re-
lacionamiento.

Graciela Estévez juega con las aliteraciones, reúne lo lú-
dico con el vocabulario; en el interjuego con las m destaca la

niñez como el lugar de la palabra, donde nos constituimos y
somos.
Sandra Cataldi transita por el mundo de los sueños y dice
«ya todo es calma, los ojos se cierran. El sueño asimilado a la

muerte. Nada toca, nada hiere», pero no lo plantea a lo Que-
vedo desde un lugar satírico, sino que se plantea el símil des-
de una metáfora clara. Naturaliza a la muerte, establecién-
dola como un lugar de calma, un lugar sagrado donde hay

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ausencia de daño. La muerte se instala en el lugar del nirvana
y así la experiencia humana se une a lo divino.
Si nos adentramos en los textos de Alfredo Espinosa, nos
encontramos con: «Cuando te infundan miedos / Cuando te
quiten sueños», y así sigue enumerando hasta que al final nos
dice: «tal vez nazca de tu sonrisa / la fuerte caricia llamada
fe». Aquí los sueños se ubican en el lugar del deseo, en el

lugar de la utopía que nos recuerda Galeano, en aquella defi-
nición donde la ubica como lugar hacia donde caminar.

Yolanda Greco se inscribe en un registro cargado de sím-
bolos, «...el sueño llegará / lento y sigiloso / como un felino».

Nos recuerda a Baudelaire en un poema titulado «El gato»,
en Las flores del mal, donde éste representaría lo tenaz y lo
arbitrario, lo imposible de controlar. Por otro lado, se asocia
a la expresión de la sensualidad a través de lo felino. Yolanda
Greco, con la palabra felino, con ese gato, nos lleva al tigre y

desde allí nos involucra con lo mágico, remitiendo a la mito-
logía egipcia. Hay versos donde aparece la poesía como ne-
cesidad, así como lineamientos para el poeta. Por otro lado,

nos dice: «...la luz cae sobre la ausencia / efímero sueño es
la vida / sin encontrar respuestas». En este poema, titulado
«Enigma», se revela la existencia como fugacidad, y en medio
de la hondura de los versos torna a la vida paradojal, como si
transitáramos un sin sentido en esta voz poética que enuncia
y acepta esta verdad.

Néstor Leivas nos escribe «...yo te llamo anhelante dis-
puesto a cualquier sacrificio desde el rincón de los encantos»;

nos invita al abrazo, una voz poética que en estos versos de-
muestra la ternura inquebrantable. El hablante llama desde

un lugar de admiración. Ese rincón puede ser la expresión de
un estado emocional en el que la fascinación y el hipnotismo
no tienen fronteras.

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Fernando Sorrenti nos lleva a su mundo de ficción, que
puede partir de un gato y de una plaza donde habitualmente

descansa su media hora laboral. Cierto es que en el almuer-
zo le ocurren situaciones insólitas, se envuelve de palabras

que, si observamos, tienen que ver con reflexiones filosóficas:
el ser y el estar. Su manera de habitar el mundo es a través
de la ficción donde el narrador nos dice que toma «un atajo
por mundos fantásticos, como tantas veces cruzamos juntos».
Nos recuerda que estamos inmersos en la ilusión cotidiana,
que el autor se empecina en darle luz.

Vemos a Sorrenti realizando indagaciones en el microrre-
lato, donde se trasunta el humor que tira pistas de un profun-
do análisis filoso de nuestro vínculo con el mundo.

Transitamos en esta tela a modo de red, que nos sostiene des-
de el arte del encuentro y que entre tramas de palabras y lec-
turas entrecruzamos creación y vida.

Eli Rodríguez

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