He pecado
Entre lo sagrado y lo profano
La vida misma
La búsqueda de la verdad como fuerza liberadora, como soporte ético de la existencia, se encuentra en el centro del texto que el lector tiene entre sus manos. No la verdad puntual que revela un episodio determinado, sino, la verdad honda que escudriña en la profundidad de las peripecias vitales.
Construir un escenario a la medida exacta de la historia que se quiere contar, es uno de los desafíos mayores a los que se enfrenta un narrador, en He Pecado, Elizabeth Rodríguez Burgos, lo consigue cabalmente. Para escribir un buen libro, no alcanza con la correcta arquitectura de las palabras, ni con la estética de la forma, es preciso aprisionar al lector, introducirlo en el mundo de la ficción narrativa con tal fuerza que no pueda parar de leer. Dueña de una pluma fluida y una prosa precisa, nuestra autora, nos presenta un relato cuya tensión narrativa nos trae reminiscencias de grandes autores de la literatura nacional.
El pecado, ha sido materia prima de la creación literaria desde siempre, las tragedias griegas, los maestros del siglo de oro español, el realismo mágico hispanoamericano, ha abordado el tema desde diversos ángulos, la originalidad de Rodríguez Burgos hay que buscarla en el modo en que nos presenta el tema y en el laberinto de personajes que se hacen presentes para confiar sus desventuras a un sacristán perdido en un bosque.
En la búsqueda de una iglesia inexistente un cura extraviado se enfrenta a las truculentas confesiones de una sucesión de personajes que el lector podrá juzgar como el producto de una pródiga imaginación o como salidos de la realidad, cruda y sórdida. La lujuria, la venganza, la codicia, la pobreza y el abandono, la muerte y el engaño, la felicidad y la desdicha, lo sagrado y lo profano atraviesan los intensos capítulos de este recomendable libro.
Ritmo y tensión acompañan el relato, donde asoman con correcta dosificación, un guiño a la ironía, el erotismo bien tratado, y el amor como búsqueda constante. Cuando parece que llegó al clímax, la autora, nos sorprende con un giro narrativo propio de quien maneja con destreza el oficio de contar.
En los capítulos finales irrumpen las referencias a personalidades de la cultura, la política, el periodismo y las artes que resultan familiares y reconocibles para un lector de estas latitudes. Acaso sin proponérselo, la autora instala una sutil pero compleja reflexión acerca de las contradicciones presentes en la sociedad.
La estructura narrativa responde sin dudas a un plan concebido con detenimiento, se proporcionan los datos necesarios para describir a los protagonistas, la locación de los hechos es austera, la adjetivación justa y el lenguaje eficiente.
En su conocido ensayo, El escritor y sus Fantasmas, Ernesto Sábato sostiene: “un buen escritor expresa grandes cosas con pequeñas palabras; a la inversa del mal escritor, que dice cosas insignificantes con grandes palabras”, en otro pasaje del mismo trabajo nos dice: “la paradoja de la creación novelística consiste en que el escritor debe dar en una obra que es forzosamente finita una realidad que es fatalmente infinita”.
Aunque la trama de la obra que nos ocupa pueda parecer nacida de lo cotidiano, su trasfondo es infinito, en tanto, aborda la dimensión universal de la sinuosa y por momentos inexplicable conducta humana.
He Pecado, es la primera nouvelle de Elizabeth Rodríguez Burgos, no obstante, no se trata de una obra de iniciación, este trabajo está precedido de una madurez literaria de la autora construida en años de trabajo sostenido. Cuentos y poemas de su autoría fueron publicados en antologías en Uruguay y en el exterior, (ver reseña biográfica en la solapa), recibió premios y reconocimientos por su labor, es decir, tiene un camino propio en el terreno de las letras en nuestro país. En el heterogéneo y variopinto panorama de la literatura contemporánea de ésta comarca, He Pecado, tiene ganado un lugar por mérito y virtuosismo.
El bosque del sacerdote perdido y su oído confidente se nos muestran como camino abierto, como viaje, como duda, en definitiva, como la vida misma. Personajes con destino inhóspito y vidas azarosas conducen al lector por las páginas de un libro que vale la pena leer.
Cuando terminamos de leer una obra y nos embarga la sensación de inquietud por conocer más de la autora, es entonces, cuando el trabajo solitario del escritor cumple con su más elevada misión. Es muy probable que futuras generaciones de lectores busquen en los anaqueles de las librerías más títulos que lleven la firma de Elizabeth Rodríguez Burgos.
Al concluir la lectura de He Pecado, un artilugio de la memoria me llevó a recordar lo que en cierta oportunidad dijo Pablo Picasso: “el arte es una mentira que nos enseña a comprender la verdad”.
Gustavo López