Canarios
El gentilicio que da título a este libro está anunciado en todos los cuentos y, lejos de evidenciar un afán homogeneizador, revela la diversidad, la textura y el aroma de esos mundos que, aun movidos al centro (por efecto de la literatura), detentan los tonos terrosos de la periferia. En cada uno de estos relatos hay un topos bien definido, pero variable. El lector se convierte en un viajero que incursiona fugazmente en las diversas localidades propuestas, desde Progreso hasta Pando, pasando por Sauce, Migues y tantos otros sitios a la manera de un tour tragicómico y aciago, tan vivo como desilusionante. Más que la unidad —esa red de conexiones citadinas— resulta significativa la armonía de los textos, el contrapeso climático de historias fecundamente tristes («Un andar solitario entre la gente») y de otras vagamente esperanzadoras («Pedile a San Antonio»). O el manejo —en medio de la forma breve— de la simultaneidad de los relatos («Hacha y tiza», «Épica» y «Mar muerto») que empiezan a enroscarse desde las primeras líneas para deshacerse juntos en el nudo del final. «Canarios», diez relatos como diez destinos en la confusa planilla de una terminal.
Miguel Avero