La escuela de Montevideo de derecho internacional público
Fundada por el profesor Eduardo Jiménez de Aréchaga
Con este libro deseo hacer un homenaje y reconocimiento a quienes me formaron en la Cátedra de Derecho Internacional Público y en los valores de la Escuela de Montevideo, el Maestro Profesor Eduardo Jiménez de Aréchaga y sus Profesores Agregados Alfredo Eisenberg y Manuel A. Vieira. Testimoniar un recuerdo fraterno a aquellos que, con ellos y junto a mí, se formaron y perseveraron en la Cátedra, Julio César Lupinacci, Feli-pe H. Paolillo, Elías Bluth Edder y Roberto Puceiro Ripoll y que, en buena medida, nos retroalimentamos al seguir juntos los pasos del Maestro y ayudarlo a edificar su Escuela. También testimoniar la colaboración que siempre nos prestamos mutuamente con Roberto Puceiro, en la labor docente, en nuestras investigaciones, en la gestión y en la vida. Recordar con aprecio a otros profesores, un poco más jóvenes que tra-bajaron con nosotros, Manuel Rama Montaldo, Vilma Veida Magiar, Fernando Urioste Braga, Berta Feder Berstein, María del Luján Flores, Jean Michel Arrighi, José María Gamio, Jorge Peirano Basso. Casi todos partí-cipes de la Escuela y todos compañeros de enorme y apreciado valor en la docencia, la investigación y la gestión. Evidenciar un reconocimiento especial a nuestros primeros discípulos, algunos que habían comenzado sus carreras con el Maestro y las termina-ron con nosotros y otros que fueron nuestros primeros discípulos, todos los cuales, mientras ellos aprendían a ser Profesores, nosotros aprendíamos, con ellos, a enseñar a ser Profesores; excelentes “conejillos de india” por entonces y después, excelentes profesores que trasmitieron a sus discípulos los valores de la Escuela. Pero especialmente, con los testimonios del libro, queremos marcar un rastro a seguir para los discípulos del Maestro en tercera y cuarta gene-ración, que no le conocieron pero que han aprendido y viven en el marco de su Escuela. A ellos, le dedicamos este libro. Ellos constituyen nuestra esperanza de que en el futuro se pueda concretar en la doctrina y la práctica de las relaciones internacionales, la genial perspectiva que descubrió el Maestro Eduardo Jiménez de Aréchaga, abriendo un camino para concretar en la posmodernidad, esas relaciones en clave civilizada para permitir a los Estados cooperar en paz e impulsar a la humanidad hacia el espacio exterior.