Animales que vuelven
Algo está a punto de derrumbarse, de ser consumido por el fuego, o arrastrado por la inundación. Amores en decadencia, padres terribles y madres manipuladoras, roedores que respiran dentro de las sombras, y vecinos que construyen sus vidas del otro lado de las paredes; un grupo de pendejos con un 32, un idiota a cada lado de su madre, dolores de miembros amputados, travestis con perrito, artistas del hambre y retratos de mujeres dormidas. Todo se lo lleva el agua. El agua que corre entre dos países, que cae sobre las calles de Sao Paulo y las de Montevideo, que limpia y arrasa. Los personajes de Baz se quedan a dar vueltas dentro del lector cuando el libro ya está cerrado. A veces oyen samba, fuman sin ganas, o escuchan venir algo desde muy lejos que retumba en la noche. Conocí a Gonzalo Baz escuchándolo leer una primera versión de Tieté, relato que integra este volumen. Me dio gusto entonces descubrir su capacidad de crear climas e imágenes perdurables, pero sobre todo la preocupación de contar una historia desde las entrañas, sin reparar en poses o modas. Un tiempo después celebro la aparición de Animales que vuelven, este primer libro –seguro, de una larga serie- de un narrador muy efectivo. Horacio Cavallo